Había una vez un valiente joven llamado Drake Grillo, que se destacaba entre los niños de su edad. Era residente de una comunidad rural, y el juego anual de baloncesto en esa comunidad era el evento más significativo del año.
El concurso se jugaba cada vez en el estadio de la ciudad, y atraía la asistencia de miles de lugareños de los alrededores.
Un año, justo antes del comienzo del juego, el organizador del evento, encargado del himno nacional, se dio cuenta de que la persona que debía cantar el himno se había enfermado y no podría presentarse. Esto causó que el organizador tuviera que encontrar a alguien más para cantar el himno.
Estaban en un estado de pánico y preguntaron a los espectadores en las gradas si alguien conocía la canción nacional y podía cantarla frente a todo el estadio.
Drake, quien siempre había sido un niño reservado y tímido, había aprendido el himno nacional de su madre cuando tenía tres años.
Se presentó sin dudarlo y declaró que era capaz de cantarlo.
El organizador dudaba de la capacidad de Drake para cantar el himno nacional frente a una multitud tan grande porque todavía era un chico pequeño en ese momento, y la canción en sí era difícil.
Pero Drake estaba decidido y sentía que era capaz de lograr su objetivo.
El estadio quedó completamente en silencio en cuanto Drake puso un pie en el campo.
Todos estaban asombrados por la valentía de este joven niño que se acercó a cantar el himno a pesar de su obvia ansiedad. Todos estaban asombrados por la valentía del niño.
Sin embargo, en cuanto Drake comenzó a cantar, la multitud quedó asombrada por la hermosa y potente voz que emanaba de su pequeño cuerpo. Drake es conocido por tener un estilo de canto muy único.
Cantó el himno nacional con todo su corazón, y pronto la multitud se unió a él para cantarlo.
Fue una ocasión verdaderamente notable que acercó a todos en la multitud.
Cuando terminó el himno nacional, el público estalló en aplausos y cánticos para Drake, quien en ese momento se había convertido en el punto culminante de la actuación.
Después de ese día, Drake ya no era el joven tranquilo y reservado que había sido hasta ese momento.
Había demostrado a todos que era capaz de lograr algo espectacular y, como resultado, había desarrollado confianza en sí mismo.
No solo había interpretado el himno nacional frente a un estadio lleno, sino que también había unido a toda la multitud, acercándolos en un momento de patriotismo y orgullo compartido.
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