Chofer de bus echa al niño en plena nevada y lo ve de nuevo al llegar a casa – Historia del día

“Sí, Betty, voy a llegar temprano a casa, es el cumpleaños de Gustavo. No te preocupes, no hace tantísimo frío, ha habido días peores”, le dijo a su amiga Betina por teléfono.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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Betina, además de amiga, era su cuñada, hermana de su esposo Gustavo. Planeaban sorprenderlo por su cumpleaños esa noche en casa de un amigo. Pero tenía que volver antes de trabajar para dejar todo listo antes de que el homenajeado regresara.

Por lo general, Estefanía suele terminar su recorrido temprano, pero el clima la demoró ese día. Tuvo que manejar el autobús escolar y esperar a que los niños entraran a sus casas antes de irse. Amaba su trabajo y no presionó a los niños para que se apuraran, pero seguía preocupada por el cumpleaños de su marido.

Cuando finalmente llegó al final de su recorrido, le dijo al último niño, Tomás, que tenía que bajarse. Tommy tenía 8 años, y su casa quedaba a cierta distancia de la ruta. Ella normalmente esperaba unos minutos hasta verlo llegar desde lejos, entre los árboles. Empezaba a nevar, y la nieve confundía los senderos y los bordes de las casas.

“Mira, Tommy, va a ser mejor que te apresures antes de que la nieve empeore”, le dijo.

“¿Puede esperar un poco? Me da un poco de miedo”, le pidió el niño.

“No puedo quedarme mucho, tengo que irme a casa yo también. No estás lejos, no te preocupes. Solo corre y mamá te esperará con chocolate caliente”, le respondió Estefanía, para convencerlo. Y convencerse.

“Si usted lo dice”, respondió Tommy. Recogió sus cosas y salió corriendo en dirección a casa, y Estefanía emprendió el regreso a la suya para el festejo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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El cumpleaños de Gustavo salió de maravilla. La fiesta, sin embargo, no duró mucho porque al día siguiente había que trabajar. “Cariño, todo estaba delicioso, gracias”, la felicitó su marido.

“Betty me ayudó muchísimo, la verdad. Y me alegro de que el clima no me retrasara tanto”, comentó Estefanía.

“No hacía falta que te preocuparas tanto. La seguridad de los niños es lo más importante”, dijo él, y bostezó. Estas palabras la inquietaron. “Seguro que Tomás llegó bien”, se tranquilizó, pero la preocupación se había instalado.

Prendió la televisión y pasó por los canales de noticias. En medio del zapping, una imagen le hizo bajar hielo por la espalda.

“Un niño se perdió hoy después de la escuela y no fue encontrado hasta las 10 p.m.”, contaba el presentador. “Pudo refugiarse en la caseta del perro de un vecino, a dos minutos de su casa”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Las autoridades revelaron que el niño sufrió de lesiones por congelamiento, pero ya está en el Hospital Virgen del Valle, en condición estable. Sus padres, el señor y la señora Giménez, agradecen la ayuda de vecinos y oficiales en esta búsqueda”, concluyó.

“¡Dios mío!”, gritó Estefanía.

“¿Qué? ¿Pasó algo?”, le dijo Gustavo, que ya estaba quedándose dormido.

“¡Ese es Tommy! ¡Se perdió hoy! Es el último niño que dejo, prácticamente lo eché del autobús porque quería llegar temprano. Tenía miedo por la tormenta. ¡Ay, Gustavo, esto es mi culpa! Tendría que haber estacionado el autobús, lo tendría que haber acompañado a casa”.

“Cálmate, Estefanía, es un accidente, puede pasar, no es tu culpa”, intentó tranquilizarla Gustavo.

Ella no quedó conforme. “¡Lo tengo que ir a ver mañana!”, decidió.

A la mañana siguiente, tomó su abrigo y se marchó temprano al hospital. La señora Giménez era voluntaria en la escuela, y todos la conocían. Estefanía la vio esperando junto a la puerta de una habitación.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Señora Elizabeth, ¿qué hace usted aquí?”, preguntó la madre de Tommy.

“Vi las noticias sobre Tommy anoche”, dijo. “¿Cómo está?”.

“Oh, está bien, solo se asustó un poco y tiene un dedo del pie un poco quemado por el frío. Pero los médicos dijeron que va a estar todo bien”, replicó la señora Giménez.

“¡Gracias a Dios!”, dijo Estefanía.

“Y gracias a usted por venir, es tan amable de su parte. Usted siempre cuida tan bien a los niños”, dijo la madre.

Estefanía hubiera querido confesar su sentimiento de culpa, pero no halló el valor para hacerlo. La señora Giménez le dijo que podía entrar a ver al niño mientras ella aprovechaba para hacer unos trámites en la administración del hospital, y así hizo.

Al entrar, vio a Tomás en la cama. El niño alzó la vista de su tablet. “¡Señora Elizabeth! ¡Vino a verme!”, se alegró el pequeño.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¿Qué tal? Escuché que te habías perdido ayer, pero vaya si tienes talento para la supervivencia en el bosque, eh”, le dijo, tratando de ser graciosa.

“Sí… Al principio me asusté muchísimo, pero después fue como una aventura. No hacía tanto frío dentro de la caseta, me abrigué con unas mantas del perro. Igual se me congeló un poquito este pie”, dijo, señalando una venda, “pero parece que se va a curar”.

“Tommy, me siento muy culpable, tendría que haber esperado que te vinieran a buscar o haberte acompañado a casa. ¿Me perdonas?”.

“No es tu culpa, me confundí con la nieve y los lentes no me dejaban ver nada. Lo peor es que estaba prácticamente en la casa de al lado, ¡qué despiste! Le prometo que no volverá a pasar”, la consoló el niño.

“Ten por seguro que no, no volverá a pasar”, dijo Estefanía, prometiéndoselo a sí misma también.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Desde entonces, siempre acompañó a Tommy hasta su casa, y nunca dejó a los niños solos en la ruta cuando el autobús no le permitía adentrarse hasta la puerta de casa.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Enfócate en tu trabajo. Estefanía estaba tan preocupada por la fiesta que no reparó en que estaba dejando a un niño en una situación potencialmente peligrosa: grave error.
  • Pedir perdón es importante: Ofrecer disculpas y tratar de mejorar es esencial. Estefanía ciertamente aprendió de esta experiencia.

Comparte esta historia con tus amigos para entretenerlos e inspirarlos.

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