Mi hijo Esteban vive lejos de mí. Creció en este pueblo, pero en cuanto recibió su título universitario, comenzó a evadir a este lugar (y a mí) como si hubiese una plaga.
Al principio, él me visitaba, pero luego de un tiempo, también dejó de hacerlo. A lo largo de los años, poco a poco nos hemos ido distanciando, a pesar de que hice todo lo que pude para evitarlo.
Sombras de madre e hijo sobre el pavimento. | Foto: Shutterstock
Un día, decidí sorprenderlo con una visita. Fue un largo viaje desde mi pueblo hasta la gran ciudad, pero no me importó. Solo me importaba poder ver a mi hijo.
Cuando llegué a su vecindario, había mucha fanfarria, la calle estaba repleta de autos de lujo de todo tipo y modelo. Pude ver uno cuyas puertas se abrían verticalmente. Todo era muy nuevo para mí, pero nada me preparó para lo que me deparabaa mi destino.
Parecía que seguíamos la larga fila de autos a un lado del camino. Para mi sorpresa, la hilera de vehículos llevaba al hogar de mi hijo. Cuando el taxi me dejó en la entrada, lo primero que vi fue una foto de mi apuesto hijo junto a una hermosa mujer.
La foto estaba impresa en un gran afiche que anunciaba su boda. Cuando entendí que mi hijo estaba casándose sin que yo lo supiera, mi corazón se hizo pedazos.
Yo aún no me había recuperado de la impresión cuando di un vistazo más allá del portón. La ceremonia estaba en pleno apogeo. Había cientos de personas, y la pareja estaba sobre una tarima, ante el sacerdote que dirigía la ceremonia.
Apenas pude escucharlos intercambiar los votos, porque lo único que podía pensar era lo triste que era tener un hijo que no quería tener nada que ver conmigo. Noté a una mujer mayor junto a la tarima, en un área típicamente reservada para la familia. La miré de reojo.
Hermosa ceremonia de bodas. | Foto: Shutterstock
Lágrimas corrieron por mi rostro mientras veía la feliz celebración. Cuando por fin decidí entrar e intentar hablar con mi hijo, el personal de seguridad me detuvo.
Yo de seguro parecía una pordiosera, así que rápidamente pidieron refuerzos, por si las cosas se ponían difíciles.
“¿Qué quiere, señora?”, preguntó el guardia principal.
“Estoy aquí para hablar con mi hijo”, respondí rápidamente. El guardia, cuyo uniforme decía que se llamaba Tomás, no pareció creerme.
“Buen intento, señora, pero dudo que alguien en esa casa tenga una madre que se ve así”, dijo, señalándola. “¿Por qué no me dice qué está haciendo aquí en realidad?”
Sus colegas comenzaron a rodearme mientras él me hablaba. Poco a poco, el resto de los invitados comenzaron a notar lo que estaba pasando.
Agentes de seguridad. | Foto: Getty Images
Sabía que querrían terminar cualquier problema rápidamente, pero yo no me iba a dar por vencida tan fácilmente. Respiré hondo, y grité con todas mis fuerzas el primer nombre de mi hijo.
En ese momento se me abalanzaron encima, pero seguí gritando. Puse toda mi furia y desespero en mis gritos, esperando que él me oyera y que tuviese suficiente empatía como para que le importase.
Lograron contenerme en unos segundos, y estaba a punto de ser echada del lugar cuando mi hijo apareció. Lucía muy alterado. Cuando posó sus ojos sobre mí, se puso rojo y fue directo al guardia principal. El hombre asumió que mi hijo estaba furioso.
“¿Quién es esta?”, preguntó con el ceño fruncido. Pensé que simplemente no me había reconocido, así que intenté captar su atención. “Esteban”, dije. “Soy tu mami, mírame”.
Pero él no me miró. Me dio la espalda mientras insultaba al guardia por dejar que se formara semejante conmoción en su boda. Luego, me dijo a mí directamente que “esta es una boda, señora, no un refugio para desamparados. Váyase, mientras estoy de buenas”.
Sus palabras se sintieron como un cuchillo cortando mi piel. ¿Cómo podía ser tan frío? Me liberé de los guardias, que parecían muy confundidos, y agarré a mi hijo por el brazo. “¡Suélteme, cochina mujer!”, me gritó.
Novia impactada. | Foto: Shutterstock
En ese momento, se había formado una multitud alrededor de nosotros, así que no podía darse el lujo de tratarme mal. “¡Él es mi hijo!”, grité. “Tiene una cicatriz en la pierna izquierda”. Mi hijo lo hubiese negado, pero su esposa Carla había visto la cicatriz.
“¿Realmente es su madre?”.
“Sí”, le dije, tristemente.
“Pero ¿cómo puede ser?”, preguntó Carla. “Esteban me presentó a esta mujer como su madre”, agregó, señalando a la mujer que yo había visto cerca de ellos al llegar.
Carla necesitaba saber la verdad, así que confrontó a la mujer que creía que era la madre de Esteban. Le preguntó si su hijo tenía una cicatriz en la pierna, y la mujer no pudo responder. Así Carla confirmó que no era su madre.
“¿Es ella realmente tu mamá?”, preguntó Carla a mi hijo. Ella parecía triste.
Esteban se tomó un segundo antes de responder. “Tenía miedo de que me dejaras si conocías a mi madre”, respondió mi hijo. La voz le temblaba.
Novio derrotado. | Foto: Shutterstock
Resulta ser que Esteban había contratado a esa mujer para tomar mi lugar. Esa idea me entristeció todavía más. Pero Carla estaba furiosa y no podía tolerar el engaño.
“Puedo aceptar a tu mamá, pero no puedo aceptar tu conducta. Me mentiste. Si puedes sentir vergüenza de tu propia mamá, ¿cómo puedo estar seguro de que no te daré vergüenza en el futuro? No me quiero casar con un hombre así”.
Fue lo último que dijo sobre el tema. Le devolvió el anillo y terminó la relación. Nos fuimos de la boda juntas, pero ella estaba demasiado perturbada, así que se fue por su lado luego de dejarme en un hotel.
Al día siguiente volvió, y me llevó de vuelta a mi pueblo. Le di las gracias por todo, y ella me dejó su número de teléfono. Creo que nuestras conversaciones le permitieron cerrar el ciclo y lidiar con la separación. Comenzamos a hablar con frecuencia.
Sus propios padres habían muerto en un accidente de tránsito cuando era niña, y le gustaba hacer de cuenta que yo era su madre. A mí no me molestaba para nada. Perdí a un hijo y gané a una hija. Una que no siente vergüenza de que la vean conmigo.
Mujer joven abrazando a mujer mayor. | Foto: Shutterstock
Nos hicimos grandes amigas, y Carla comenzó a visitarme una vez al mes, a pesar de ya no tener ninguna relación con mi hijo. En cuanto a Esteban, se quedó solo y miserable hasta el fin de sus días.
¿Qué aprendimos de esta historia?
Nunca sientas vergüenza sobre tus raíces familiares. Esteban abandonó su pueblo y jamás regresó porque su madre era pobre y aburrida. En vez de ayudarla, decidió abandonarla y buscar un reemplazo para su boda.
Las mentiras arruinan las relaciones. Esteban perdió a su prometida por sus mentiras. No le presentó a su verdadera madre, sino que contrató a una actriz para interpretarla, porque quería impresionarla con falsedad.
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