Se dice que el mundo es un pañuelo y también que para el amor no hay edad. Pero ¿cómo manejar la situación cuando ambas cosas se combinan y terminas en pareja con el ex de tu hija sin saberlo?
Me han preguntado si me imaginé alguna vez ser la rival de mi hija. ¡Nunca pensé tal cosa! Gloria tiene 26 y es la chica más hermosa del mundo. Además es brillante, creativa y ambiciosa, todas cualidades que yo nunca tuve.
A veces incluso me daba vértigo: su determinación y su ambición siempre la llevaban a tener lo que quería. Con los años pasó a concentrarse mucho en sí misma.
Madre e hija que no se llevan bien. | Foto: Shutterstock
Gloria podía llegar a resultar egocéntrica, y a veces me daba un poco de culpa eso. Fui madre soltera muy joven, y mi hija fue mi mundo. Quise que tuviera todo lo que yo no pude tener.
Cuando tenía 16 me di cuenta de que solo salía con muchachos de familias adineradas que la llevaran de vacaciones a hermosos lugares. Viajó a esquiar a Bariloche y a veranear al Caribe.
Para cuando cumplió los 21 tuve que admitirlo: mi hija era egoísta y su ambición material era desmedida.
Pero cuando dos años después se graduó de la universidad comenzó a trabajar en una agencia de publicidad, y me sentí muy orgullosa como madre: su talento pronto la hizo ascender.
Por entonces me di cuenta de que mi hija estaba saliendo con un hombre mayor y adinerado. La vi escuchar mi colección de discos de los 80 y 90, escucharlos y tomar notas. Incluso me pidió recomendaciones de películas y libros.
Colección de discos. | Foto: Shutterstock
No me reveló lo que estaba viviendo, pero las madres tenemos un sexto sentido. No me costó darme cuenta de lo que pasaba. También lo noté cuando el romance llegó a un final abrupto: Gloria no sabe lidiar con la frustración, y se descarga mostrándose furiosa por cualquier nadería.
Ahora bien, esta vez era diferente. Pronto la furia dio lugar a una profunda depresión, y me tocó preguntarme si no sería que realmente se había enamorado de su misterioso desconocido mayor.
Un viernes decidí aparecerme por la oficina de mi hija para sorprenderla y llevarla a almorzar. Contra mis expectativas, lo tomó a mal. “¿No te dije que no vinieras aquí?”, se enfureció.
“Mi niña, solo quería invitarte a almorzar conmigo en el Caravaggio, ¿no te gusta ese restaurante?”
“¿El Caravaggio? ¿Y para qué voy a querer ir a ese antro?”, reaccionó.
“Bueno, pensé que te gustaba… ¡Siempre fue tu favorito!”
“¡A los 12! Ya a esta altura tengo mejor gusto…”.
Mujer entristecida en un ascensor. | Foto: Shutterstock
Me sonrojé. Un grupo de personas salió del edificio, y Gloria prefirió hacer de cuenta que no me conocía. Pero un par evidentemente leyó la situación y pareció juzgar a mi hija.
Me despedí y me marché. En el ascensor me eché a llorar. Empecé a rebuscar en mi cartera el paquete de pañuelos, cuando un desconocido me alcanzó uno.
“Aquí tienes”, me dijo. “No llores, eres demasiado bonita para estar triste”. Alcé la vista y me encontré con un par de ojos grises. No supe si fue el ascensor que se ralentizaba para detenerse y dejar a un pasajero bajar, o el corazón el que me hizo sentir que el mundo daba vueltas.
Pedro tenía mi edad, y era un hombre apuesto y agradable. En el largo trayecto hasta la planta baja, le conté que tendría que cancelar una reserva de restaurante que mi hija había rechazado. Él se ofreció a acompañarme.
El almuerzo se hizo una caminata por la costanera, y la caminata por la costanera se extendió hasta la hora de la cena. Por supuesto, la cita habría de repetirse.
Nunca me había sentido así con un hombre. Era romántico como ninguno, divertido y considerado, y me hacía sentir como una niña enamorada.
Hombre de mediana edad. | Foto: Unsplash
Gloria se dio cuenta de que algo pasaba. Me dijo que no parecía yo misma con esa ropa más atractiva que había empezado a usar, que viniendo de ella era un elogio.
Un viernes, Pedro me invitó a almorzar y me contó que había comprado boletos para ir a Las Vegas. ¡Recién ahí entendí su preocupación por saber cómo estaban mis visados!
El vuelo salía el lunes siguiente, así que tuve muy poco tiempo para poner mis asuntos en orden. Hablé con mi socia para dejarla a cargo de mi pequeña tienda de ropa por unos días y me marché.
Cuando llegamos al aeropuerto me esperaba otra sorpresa: ¡Eran boletos de primera clase! Toda una aventura.
Nos casamos en una capilla de Las Vegas, como en las películas, y pasamos la noche de bodas en una extravagante suite de un hotel de cinco estrellas. Yo sabía que Pedro estaba muy bien de dinero, pero imaginaba que todo esto era un gasto extravagante para él.
Avión privado. | Foto: Shutterstock
Así que fue una sorpresa que a los dos días me llevara al aeropuerto y que allí nos estuviera esperando su propio avión privado, para llevarnos a pasar unos días en Nueva York. No era solo que tuviera un buen pasar: mi nuevo marido era inmensamente rico.
“Dina”, me dijo, cuando le pregunté por qué no me había revelado su verdadera situación financiera. “La última mujer con la que salí solo se interesaba por mi dinero. Pero a ti te intereso únicamente yo”.
El vuelo de vuelta, mientras disfrutaba del buen vino, lo pasé preguntándome cómo darle la noticia a Gloria. ¡Todo había sido tan rápido! Ella sabía que estaba viendo a alguien, pero solo eso. Cuando llegamos a casa, le presenté a Pedro como mi flamante esposo.
“Gloria, cariño”, dije nerviosamente, “quiero que conozcas a alguien muy especial. Este es Pedro y es tu nuevo papá”.
Pedro miró a Gloria con evidente shock y ella le devolvió la misma mirada, con la boca abierta.
“¿Qué?”, gritó ella. “¿Es una broma?”.
“Cariño, lamento decirte esto así”, le dije. “¡Pero Pedro es un romántico! Me llevó a Las Vegas y me sorprendió…”
Joven sorprendida. | Foto: Shutterstock
“¿Estás casada con ÉL?”, me interrumpió con rudeza. Entonces se volvió hacia Pedro: “¿Te casaste con ELLA?”.
Estaba confundida. “Gloria, hija, sé que es un shock…”
“¡Es asqueroso!”, gritó. “¿Te casaste con mi MADRE?”.
“Por favor, Gloria”, dije. ¡Nunca pensé que Gloria tuviese tanto apego conmigo!
“¿Me dejaste y te casaste con esta aburrida, VIEJA, básica y monótona mujer?”, dijo Gloria mirando a Pedro. “¿La preferiste a ella sobre MÍ?”.
¿Gloria y Pedro en una relación? Me flaquearon las piernas y tuve que sentarme.
“Sí, y tengo una razón. Hay una diferencia significativa entre tú y tu madre”, dijo Pedro. “Dina es bonita, madura, interesante y amorosa. Muy diferente a ti, tanto que jamás imaginé que fuera tu madre. Y sí, la amo, y pretendo pasar mi vida con ella”.
Discusión. | Foto: Shutterstock
Pude ver la ira en los ojos de mi hija. Yo, por mi parte, había tomado una determinación. “Gloria, si no puedes aceptar mi relación con Pedro, tal vez deberías empezar a pensar en seguir tu propio camino. Tienes 26, una carrera y todavía vives en casa, puede que sea hora de que despegues”.
Vi el enojo de mi hija apagarse y ser reemplazado por el cálculo. Pedro era su padrastro ahora, y eso era una ventaja económica para ella. Forzó una sonrisa, una felicitación y se marchó a su habitación.
Yo me mudé con mi nuevo marido, y mi casa quedó para mi hija. No diré que fuimos instantáneamente una familia feliz, pero las cosas estaban encaminadas. Cuando al año siguiente quedé embarazada a los 46, Gloria recibió a su hermanita con alegría.
Mientras sostenía a la pequeña Rita en sus brazos, me miró a los ojos. “Creo que entiendo por qué Pedro te amó a ti y no a mi”, me dijo. “Tú das mucho más de lo que pides, y yo soy al revés. Yo lo tomo todo, pero no entrego nada a cambio”.
Niña bebé. | Foto: Shutterstock
A partir de entonces, Gloria empezó a cambiar. Creo que la pequeña Rita fue la primera persona que realmente tocó el corazón de mi hija mayor, y espero que no sea la última. Pedro y yo somos muy felices. Nos tenemos el uno al otro, y disfrutamos de nuestra bella familia.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
La gente egocétrica siempre termina revelando quién es en realidad. Gloria quería un marido rico, y Pedro se dio cuenta de que solo quería su dinero.
El matrimonio se basa en el amor, el respeto y la confianza. Pedro sabía que Dina lo amaba a él y no a su dinero. Por eso quiso casarse con ella.
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