Hombre le dice a su novia que sus padres están muertos y luego ellos se aparecen en su cita – Historia del día

Mauricio juntó coraje para invitar a Marisol a salir, pero sus padres se aparecieron en la cita. A él su familia lo incomodaba tanto que hizo de cuenta que no los conocía, pero lo sorprendió la reacción de su chica.

“Me alegro de que finalmente podamos tener un rato para conversar a solas y que no sea a las corridas en un pasillo o en una ventana de chat”, bromeó Mauricio a Marisol cuando ella llegó. La joven se sentó en el restaurante con una sonrisa.

Mesa de restaurante. | Foto: Pixabay

Mesa de restaurante. | Foto: Pixabay

Estudiaban en la misma universidad, y se habían conocido durante un curso introductorio de redacción académica. Hacía, por ende, mucho tiempo que Mauricio estaba enamorado de ella, pero nunca había podido romper el hielo más allá de una amistad de colegas.

“Ay, sí, este año fue brutal. No sé si voy a sobrevivir a este semestre”, bromeó ella. “Me gustaría tenerte de compañero en algo, haría todo más llevadero”.

Él hubiera querido lo mismo. Pero habían tomado especializaciones distintas, y habían dejado de verse en clase.

“Sí, realmente. Verás, hablando de echarse de menos, antes que nada hay algo que quería decirte…”

Pero en ese momento un mesero les dio la bienvenida, y les llevó el menú. Ordenaron, y el hombre volvió con las bebidas.

“Me decías algo, ¿no?”, preguntó Marisol.

Él se armó de coraje. “Mira, me encanta que seamos amigos, pero tengo que confesarte que siento cosas por ti. Me ha tomado tiempo decírtelo, pero creo que es mejor que sepas mis expectativas para no generarte otras falsas. Querría que fuéramos algo más”.

Hombre sostiene manos de mujer en un restaurante. | Foto: Shutterstock

Hombre sostiene manos de mujer en un restaurante. | Foto: Shutterstock

“Supongo que debí imaginarlo, pero la verdad que no sabía que sentías eso”, dijo ella.

“¿Tengo alguna posibilidad contigo?”

Antes de que Marisol pudiera responder, una voz potente llamó a Mauricio y los hizo volverse.

“¡Mauricio! ¡Hijo! ¡Qué placer verte por aquí!”, gritó alegremente Eduardo, el padre de Mauricio. Su madre, Gisela, lo saludó y sonrió. Mauricio bajó la cabeza.

Desde pequeño, a Mauricio siempre le había avergonzado su familia. Ambos padres tenían enanismo, y Mauricio, su único hijo, no había heredado la condición.

Para su décimo cumpleaños era más alto que ambos. Si bien los quería había quedado muy marcado por las burlas hirientes de sus compañeros de escuela.

Pero su aparición repentina, y en este contexto, hacía todo muy incómodo: para evitarse en la universidad los comentarios que había tenido que sufrir en el colegio, había dicho que era huérfano.

Hombre con enanismo. | Foto: Shutterstock

Hombre con enanismo. | Foto: Shutterstock

“¿Son tus padres? ¿No dijiste que tus padres murieron?”, preguntó Marisol confundida.

“Sí es cierto. Lo siento, Marisol. No sé quiénes son estas personas”, afirmó Mauricio, avergonzado por el dolor en el rostro de su madre.

“¿No sabes quiénes somos? Mauricio, ¿de qué estás hablando?”, preguntó Eduardo.

Gisela murmuró: “¿Cariño? ¿Por qué finges no conocernos?”.

“Por favor, váyanse, no tengo padres y no sé quiénes son ustedes”, insistió Mauricio, intentando hacerle entender con los gestos a su madre que explicaría luego.

Marisol arrugó el entrecejo mientras Gisela y Eduardo lo miraban horrorizados. Poco después, ambos se fueron del restaurante. Ambos lucían muy afectados.

“Bueno, ¿dónde estábamos?”, intentó retomar Mauricio. Pero ella tomó sus cosas y se marchó.

“¡Espera! ¡Marisol, no te vayas!”, rogó Mauricio, corriendo tras ella. Consiguió alcanzarla y tomarla de la mano. Ella se volvió, iracunda.

Mujer enojada y hombre que la sigue. | Foto: Shutterstock

Mujer enojada y hombre que la sigue. | Foto: Shutterstock

“¿Por qué me mentiste? Esos son claramente tus padres. Puede que sean gente pequeña, pero te pareces mucho a tu madre, no tiene sentido que lo niegues. ¿Qué es lo que está mal contigo?”, le gritó.

“Por favor, Marisol, cálmate. No comprendes. Verás, es que mi infancia fue muy difícil…”, intentó explicar él. “Mira, no es fácil ser el hijo alto de padres enanos. Mi padre venía a todos los eventos escolares y mis compañeros me hacían la vida imposible… Qué se yo, quise un poco de libertad en la facultad”.

“¡Estás loco! ¿Sabes lo que daría yo por tener a mis padres? ¿Padres que quieren ir a eventos escolares, para más? Nunca tuve eso. Yo sí soy huérfana, y no puedo creer lo que me estás diciendo”.

“No entiendes…” trató de explicarse él.

“No, la verdad que no. Pero sí entiendo que eres un mal hijo que no respeta a sus padres, y si eres así con ellos no puedo esperar que me respetes en una relación. Adiós”, le dijo, se zafó de su mano y se marchó.

Taxi. | Foto: Shutterstock

Taxi. | Foto: Shutterstock

Mientras la veía tomar un taxi y perderse en la noche, Mauricio cayó en la cuenta de que ella tenía razón. Sus compañeros podían haberse burlado, pero sus padres siempre lo habían apoyado y habían estado ahí junto a él para brindarle amor.

Tenía a dos personas maravillosas que habían ido a todos sus partidos de fútbol a alentarlo, y a todas sus obras de teatro a emocionarse.

“Cómo pude ser tan malagradecido”, se dijo, mientras cenaba su amarga cena solitaria en el restaurante. Pero fue allí que pudo pensar y decidió enmendarse.

Sus padres no vivían lejos de allí. Pagó la cuenta y se dirigió a su casa. Caminó para serenarse y pensar, y al llegar tocó el timbre, pese a tener llaves.

“Lo siento, ¿y usted quién es? ¿Qué hace en mi casa?”, le dijo su padre cuando lo vio en la puerta.

“Papá, lo siento tanto. Fui un idiota insensible, y estoy muy avergonzado. ¿Puedo entrar?”.

Hombre pide perdón. | Foto: Shutterstock

Hombre pide perdón. | Foto: Shutterstock

Eduardo no parecía muy conforme, pero lo dejó pasar. “Tu madre no puede parar de llorar desde que salimos del restaurante”, le informó.

Mauricio entró al dormitorio para buscar a su madre y la abrazó. “Fui un idiota, mamá. Perdón. No debí hacer eso. Mi amiga Marisol me gritó de todo después de que ustedes se fueron y me hizo pensar… No tengo excusa, hice algo horrible. Y me gustaría que la conocieran”, dijo.

Con todo, Eduardo y Gisela querían a su único hijo con locura, y fueron rápidos para perdonarlo. Y también aceptaron la sugerencia de una cena con Marisol.

Al día siguiente, él se quedó a esperarla después de clases. “Te dije que no quería verte”, dijo ella, con gesto enojado. “¿Qué haces aquí?”.

“Lo siento muchísimo, Marisol. Me disculpé con mis padres tan pronto como pude. No tengo excusa, me llevará la vida merecer su perdón. Pero me preguntaba si tal vez podrías ayudarme”.

“¿Ayudarte con qué?”

“Te invitaron a cenar esta noche, y temo que pensarán que me arrepentí y no quise invitarte si no vas”, explicó él.

Aula universitaria. | Foto: Pixabay

Aula universitaria. | Foto: Pixabay

Ella pareció pensarlo. Suspiró, y su gesto se destensó. “Bueno, creo en las segundas oportunidades… iré”.

Marisol fue a la casa de los padres de Mauricio, y presentaciones formales mediante, pasaron una agradable velada. Eduardo y Gisela estuvieron encantados de conocerla.

Ella no aceptó volver a tener una cita con él sino hasta después de constatar que en efecto él estaba dándole a sus padres el cariño que merecían. Mauricio empezó a visitarlos más seguido, invitarlos a eventos y a publicar fotografías de su familia en redes sociales.

Tras algún tiempo, viendo los cambios, fue Marisol quien lo invitó a salir. A partir de entonces han sido pareja, y siguen siendo inseparables.

Cena y copas de vino. | Foto: Pixabay

Cena y copas de vino. | Foto: Pixabay

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Trata a tus padres con cariño y respeto. Si tienes padres maravillosos que te han brindado amor y apoyo, deberías corresponder a ese afecto con amabilidad, cariño y respeto.

Otros pueden desear lo que a ti te molesta. Marisol hubiera querido tener padres como los de Mauricio, pero a él le molestaba lo que otros pudieran pensar de su familia.

Comparte esta historia con tus amigos. Puede alegrarles el día e inspirarlos.

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