Este invierno hubo resfriados particularmente severos, y por la noche, como de
costumbre, Stepan, que trabajaba como guardabosques, estaba sentado en su choza
cuando escuchó sonidos inusuales.
Abrió la puerta y en el portal vio a una loba muy delgada. Se conmovió con la pobre
criatura y la alimentó con un trozo de carne.
Era evidente que, teniendo hambre en el bosque invernal, la loba había decidido pedir
ayuda a un hombre.
La loba regresaba todos los días por comida y, por lo tanto, Stepan le guardaba
regularmente una gran cantidad de carne.
Cuando los habitantes del pueblo más cercano se enteraron de que el guardabosques
estaba alimentando a una hembra depredadora, comenzaron a criticarlo.
Sin embargo, su larga experiencia le dijo que un animal hambriento podría atacar
la aldea, por lo que alimentarlo no solo era más humano, sino también más razonable.
Después de un tiempo, la loba dejó de ir al guardabosques, y él incluso comenzó a
extrañarla, ya que se había acostumbrado a su invitado salvaje.
Solo seis meses después, regresó a su choza, pero no sola, sino en compañía de dos
lobeznos que lo miraban agradecidos.
Stepan entendió que la loba estaba trayendo comida a sus cachorros y que habían
venido a darle las gracias. Nunca volvió a ver a estos hermosos animales.