La cuñada de mi marido y su familia vienen a visitarnos todos los años. Me alegro de verla. Desde el primer día que nos conocimos, conseguimos encontrar un lenguaje común, por lo que mantenemos una relación cálida.
Sin embargo, cada vez que llega ella, me siento tremendamente ansiosa. Más que eso, tengo miedo de arruinar todo. Ella llega y empieza a fregar y limpiar todo. Es como un mapache que se aleja del fregadero.
Ella está lavando algo o frotando. Mi marido y yo pensamos que mi cuñada debe ir a un psicólogo. Mi suegra me tranquiliza diciendo que no tiene ningún problema, que simplemente ha sido la limpiadora por excelencia desde la infancia. Sin embargo, estoy seguro de que está nerviosa. Se sienta a la mesa – frota la mesa, fue a lavarse las manos – se aferró al fregadero, aunque todo está limpio. Ha llegado al punto de lavar dos veces en una semana toda la vajilla del aparador que nadie usa.
De todos modos, pasar por este lavado de nervios y no romper es un reto. Intento aguantar y no estropear el ambiente. Además, empiezo a acomplejarme de que no estoy perfectamente limpia, en cuanto algún familiar encuentra algo en lo que meterse. En general, estoy a la espera de conocer a mi cuñada – deséame suerte.