En los países desarrollados el coeficiente intelectual está cayendo en picado tras muchas décadas de ascenso sostenido. Y parece que no hay vuelta atrás
Nos estamos volviendo tontos. Cada vez un poquito más estúpidos. Y no, no es una simple apreciación —que también—, sino que varios estudios lo corroboran: en los países desarrollados el coeficiente intelectual está cayendo en picado tras muchas décadas de ascenso sostenido.
Ya no queda nada del auge vertiginoso que llevó a que las personas obtuvieran calificaciones de coeficiente intelectual consistentemente más altas a lo largo de todo el siglo pasado. Ahora, sugieren los números, todo va hacia abajo. Puede que nuestra sociedad cada vez esté más avanzada, pero todo apunta a que llegará un momento en el que nosotros, simplemente, no estaremos a la altura.
¿Cuáles son las causas del descenso?
Durante más de medio siglo, la media de coeficientes intelectuales aumentó, año tras año, en los países desarrollados. Los expertos lo llamaron el ‘efecto Flynn’ en homenaje al investigador que descubrió esta evidencia de progreso social. Sin embargo, varios estudios han demostrado que esta tendencia alcanzó su cénit y empezó a cambiar a mediados de la década de los 70. Desde entonces, nuestra inteligencia ha disminuido significativamente. Y parece que no hay vuelta atrás.
Pero ¿por qué cada vez somos más tontos?
Existen varias teorías al respecto. Una de las hipótesis, de ecos disgenésicos, sugiere que cada vez nacen más niños predispuestos genéticamente a una inteligencia menor. Una explicación de este fenómeno podría ser que las familias con un coeficiente intelectual más bajo acostumbran a tener más hijos. Otra podría estar relacionada con el aumento de la población migrante recién llegada de sociedades menos avanzadas y, por lo tanto, con una media intelectual menor.
Lo cierto es que ninguna de estas suposiciones se sostiene, ya que diversos estudios desarrollados en países como Dinamarca, Noruega, Gran Bretaña, Alemania, Francia y Australia, corroboran que los coeficientes están disminuyendo dentro de las propias familias y no solo en las sociedades. Incluso los hijos de padres con un alto coeficiente intelectual están bajando la media.
Otros estudios apuntan a los factores ambientales como posibles responsables de esta preocupante tendencia.
Algunas hipótesis apuntan a que el calentamiento global podrían estar haciendo que los alimentos sean menos nutritivos. Otros señalan los efectos de los dispositivos de la era de la información que socavan nuestra capacidad de concentración. Nos pasamos el día delante de una pantalla, leemos menos y nos cuesta más mantener la atención. Además, los trabajos cada vez son menos exigentes intelectualmente hablando, por lo que forzamos menos nuestros cerebros, y eso podría atrofiarlos.
La esperanza del (mal) método
Puede que no todo esté perdido. O sea, puede que no sea verdad que el ser humano cada vez es más estúpido, a pesar de los estudios citados. La esperanza recae sobre otra teoría que insinúa que el problema de estos terribles resultados puede que esté en las propias pruebas que miden nuestro coeficiente intelectual. ¿Y si no se hubieran adaptado a una nueva forma de pensar?
Tal vez no nos estamos volviendo tontos sino que estamos desarrollando otro tipo de inteligencia, sugiere esta teoría. Puede que incluso se trate de una forma de inteligencia superior. Si esto fuera cierto, lo único que necesitaríamos es encontrar una nueva forma de medir este nuevo coeficiente moderno.
Sea como sea, resulta indispensable conocer con exactitud cuál es el motivo real de que nuestro coeficiente intelectual esté bajando en picado. Y deberíamos hacerlo antes de que seamos demasiado tontos para averiguarlo. Una crisis de inteligencia global podría socavar nuestras capacidades de resolución de problemas y debilitar las perspectivas de la economía global.
¿Cómo vamos a hacer frente a problemáticas tan complejas como el cambio climático o los retos de la inteligencia artificial si las capacidades cognitivas globales van a peor?
Nuestro futuro está en juego.