“¡Es más cómodo caminar por ahí!” El vecino derribó la valla para usar mis camas mientras yo estaba en casa de mi hija

Llevo más de 20 años viviendo en mi casa, mi vecino no mucho menos. Él estaba empezando a construir cuando yo pasé al acabado interior. En consecuencia, nos conocemos muy bien, nos comunicábamos a menudo e incluso nos visitábamos. Sin embargo, no había ninguna amistad estrecha.

Ese año, en invierno, me fui a vivir con mi hija, porque no era fácil hacer frente a la casa. En primavera, cuando hizo más calor, planeé volver.

Volví a finales de abril, cuando la nieve ya se había derretido por completo. La casa estaba bien, aunque yo estaba preocupado. Así que me puse a trabajar en el jardín delantero y en el huerto. Limpié todo lo que había delante de la casa, planté flores, ajardiné los arbustos con frambuesas y até el manzano. Planté algunas patatas en el huerto. Lo más importante fueron las pequeñas verduras, las frutas y las bayas.

Tengo dos pequeños invernaderos, a la altura de la cintura. Allí planté pepinos y pimientos, y tomates en el tercer invernadero, donde ya se puede caminar en pleno crecimiento.

En los arriates he plantado fresas, zanahorias, cebollas y eneldo. A lo largo de la valla, que limita con el vecino, arbustos de grosellas y grosellas. Y tal trabajo no ha pasado desapercibido. De nuevo se me hizo difícil llevar incluso un cubo de agua al baño. Mi hija me llevaba al pueblo. En verano me envió a un sanatorio durante un mes.

Al final, volví a sentirme bien. Volví a mi casa. Fui a mi parcela y vi que nuestra valla de madera junto con la de mi vecino había sido rota de tal manera que era posible pasar a mi huerto desde su lado.

Era evidente que el vecino estaba utilizando mis invernaderos, barriles de riego y algunas camas. Ni siquiera me había llamado para pedirme permiso. Aunque tiene mi número de teléfono y mi número de teléfono.

Naturalmente, no me gustó. Así que le pregunté por qué estaba rota la valla. Admitió que era más conveniente que pasara por ahí para poder utilizar mis invernaderos y camas. Le expresé mi descontento, a lo que reaccionó con mucha calma. Le dije al vecino que, bajo cualquier circunstancia, estaba en contra de que alguien atendiera mi huerto sin permiso.

Para no dejarlo sin actuar, le pedí que él mismo pusiera esa parte de la valla en perfecto estado. Y añadí que sería una buena idea compartir la cosecha conmigo. Ya no se trataba de necesitar un cubo de pepinos. Quería dar una pequeña lección a mi vecino, para que se acordara definitivamente.

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